FOTOGRAFÍAS QUE GUARDAN RECUERDOS Y ANÉCDOTAS BOXÍSTICAS: ÁNGEL EJARQUE CALVO Y «LA LEY DE LA CALLE» DE RNE

Hay fotografías que cumplen el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. Y esta que traigo a colación, en la que un amigo y colega de gimnasio ofrece una forzada pose, no sólo cumple el dicho, sino que aflora recuerdos y anécdotas de una lejana época.

El primer plano corresponde a Emilio Pérez Leira un peso ligero de gran envergadura, nacido en la herculina Calle de la Torre 25, que alcanzó la internacionalidad, y al que la presión familiar le movió al abandono de la práctica pugilística. Artesano joyero, y artista plástico, criaba canarios que alcanzaron triunfos en campeonatos de canto. Falleció con apenas 53 años.

Pero es el segundo plano de la instantánea, el cartel que se encuentra sobre la pared del fondo de la fotografía con el anuncio de un combate entre el vigués Matilla y el madrileño Ejarque, lo que trae a mi recuerdo una anécdota acaecida en El Relleno herculino donde se ubicaban las barracas de feria durante las fiestas patronales de agosto.

Allí mismo, en una dominguera tarde de agosto, conocí en uno de los pasatiempos feriales al boxeador Ángel Ejarque Calvo, un castizo con aires de quinqui, no exento de gracejo – que en la noche anterior había disputado el combate telonero amateur de una velada en la que intervinieron, entre otros, los profesionales González Dopico y José Grandio – y cuya mirada irónica e inquieta, estaba más pendiente de lo que ocurría a nuestro alrededor que de la charla que mantuvimos, la cual no se extendió más allá de diez minutos, relacionada con el boxeo, y con el típico intercambio de números y direcciones por si surgía un futuro viaje a Madrid, o viceversa.

Salvo por el conocimiento de algunos resultados con adversarios comunes de mi hermano Mero, que me llegaron a través de la prensa, no volví a saber nada más de él. Hasta marzo de 2017, en que el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez lo recordó en su página Patente de Corso, del XL Semanal, que acompaña la edición dominical de La Voz de Galicia de la cual soy suscriptor jubilar.

El segundo plano de esta instantánea, esconde la clave ( en azul ) de la anécdota que da pie al comentario que acompaña. boxeodemedianoche.com

«Era duro y bravo de verdad. Era pequeño y musculoso, con cara de boxeador», relataba el doctor Honoris Causa por la Universidad de Cartagena, con motivo del fallecimiento del exboxeador.

«Era un hombre sólido, fiable, compacto, leal a sus amigos y a su modo de ver el mundo y la vida. Era de los que, también como se decía antes, se vestían por los pies. Pocas veces estuve tan seguro de la palabra lealtad como cuando, teniendo el privilegio de estar a su lado y de que me llamara colega, sentía su presencia cercana, noble y silenciosa», continuaba escribiendo el Académico que ocupa la Silla T de la RAE.

Contaba el insigne escritor que, «lo conocí, hace más de treinta años, Ángel entraba y salía por talegos y comisarías como si fueran su casa. Había crecido de golfo madrileño sin estudios, buscándose la vida en mercados, estaciones de tren y ambientes prostibularios, a punta de navaja y de echarle huevos. La ley no era más que una frontera imprecisa que él cruzaba a conveniencia».

«Juntos hicimos durante cinco años, con un equipo de gente formidable, aquel programa mítico de RNE que se llamó La ley de la calle, y él era el alma de esa tertulia irrepetible, anterior a cuanto se hace ahora, cuando las noches de los viernes nos sentábamos a comentar la vida un policía, Manolo, una puta, Ruth, un yonqui, Juan, y un delincuente, Ángel», recuerda el laureado por la Agencia EFE con el Premio Don Quijote de Periodismo del año 2017.

El antiguo corresponsal de TVE y reportero de guerra, finalizaba diciendo que «fue aquel programa el que lo retiró de la calle, pues un oyente le ofreció un empleo –una empresa de seguridad, lo que tenía su guasa–, y Ángel, alentado por una familia maravillosa que supo ser paciente, esperar y convencerlo, se volvió un hombre honrado. Los años, colega, decía. Los años».

Aquel domingo, leyendo Patente de corso, me alegré por aquel buen propósito de enmienda logrado por Ángel Ejarque Calvo mucho antes de que, La Inexorable, llamara a la puerta del noble exboxeador que se «volvió un hombre honrado«.

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